18/01/2019
Hace unos años, hasta el 2015 y un poquito del
16 iba a una panadería que tenía unas facturas exquisitas, pero el panadero se
puso muy macrista, repetía el discurso de Clarín con puntos y comas, se había
puesto insoportable, siempre estaba lleno de gente, me tocaba esperar y repetía
la chorra, los choriplaneros, el asesinato del fiscal, algunas veces intenté
decirle algunas cosas, pero no salía de Clarín, un clásico globo. No lo banqué más y dejé de ir, no pasé nunca más por su cuadra.
Hace unos días se me ocurrió ir a verlo, para ver cómo le iba ahora con la panadería, tomé coraje y fui por mis facturas y esperando una exquisita revancha.
Lo encontré, el lugar estaba, pero no había panadería, estaba acodado, solo, en el mostrador de un quiosquito, la cara lo decía todo, me quedé sin mis facturas y sin mi revancha, porque no se le pega a gente en el piso.
Me contó
que dejó de vender, que gastaba todo en pagar los servicios, decidió poner sus
ahorros para pagar el despido de sus empleados y guardó las máquinas, me dijo
que las guardaba hasta que vuelvan los otros, compré una bolsa de gomitas y me
fui, sin preguntarle quienes eran los otros, cuando salía le dije que el año
que viene iba a volver, porque quiero comer sus facturas y que coman los pibes
y que coman los jubilados, que todos puedan comer.
Me fui masticando gomitas y angustia, no pude
saborear las facturas ni la revancha.
Vh