06/07/2018
La humanidad está viviendo en
estos tiempos una verdadera revolución tecnológica que impacta directamente en
las formas de producción, se pueden producir muchísimos más recursos para la
vida que en otros tiempos, esto haría suponer que en el mundo no hay hambre,
pero con solo abrir los ojos, vemos que no es así.
En estos tiempos una sola máquina rural manejada en forma automática puede
producir en menor tiempo lo que antes requería la mano de obra de 100
trabajadores rurales, un robot puede producir miles de productos en un día, se
puede obtener energía de muy diversas fuentes y todo esto con poco esfuerzo,
este panorama haría suponer que la humanidad vive con más recursos y por otro
lado disfruta mucho más que antes de sus horas de vida, pero no es así.
Si en el siglo XIX los trabajadores eran sometidos a 16 horas diarias de
trabajo, en el siglo XX, con el desarrollo de la revolución industrial ya en
marcha, alcanzó con trabajar 8 horas diarias para producir todo lo que la
humanidad necesitaba y uno tiende a suponer que las condiciones laborales en el
siglo XXI, posibilita que los trabajadores puedan lograr que toda la humanidad
obtenga sus recursos con solo 4 horas diarias y esto durante solo 3 o 4 días a
la semana, pero no es así.
Hasta aquí vengo haciendo un análisis y sacando conclusiones, que resultan
equivocadas, desde la perspectiva de que esos medios de producción que se han
desarrollado, están al servicio de la clase trabajadora, “de la gente”, “de la
mayoría de la población”, pero es ahí donde radica el problema de nuestra
sociedad, el hecho de que con notables avances en las formas de producción se
mantenga el hambre en el mundo y las condiciones laborales de explotación,
radican en la propiedad de los medios de producción y por ende, en la
distribución de la riqueza producida.
Un descubrimiento científico, que nos mejoraría las condiciones de vida, que
debería impactarnos inmediatamente en una mejora en nuestras vidas, se
transforma en una cosa distinta en tanto y en cuanto va a beneficiar a su
propietario capitalista, así podemos ver que el descubrimiento de una vacuna,
en lugar de transformarse en la cura inmediata de todas las personas que sufren
una enfermedad, se transforma en un recurso del propietario para aumentar su
riqueza, una máquina automática que permite producir de forma mucho más rápida
y sencilla, en lugar de transformarse en un alivio a la vida de los
trabajadores de esa fábrica, se transforma en el motivo de despido de los
trabajadores, en el hambre para sus familias, en una cantidad de personas que aumentan
las cifras de la indigencia. El capitalista desarrolla su empresa con los
trabajadores, la fuerza que mueve la empresa es la fuerza de los trabajadores,
pero al lograr un desarrollo se lo apropia para su beneficio individual y
despide, tira, vuelca, desprecia a los trabajadores.
En estos tiempos de neoliberalismo en la Argentina, se está hablando nuevamente
de reforma laboral, se está imponiendo desde el discurso oficial, propagando
hasta el hartazgo por los medios de comunicación de la clase dominante, la
necesidad de ser competitivos, de facilitar a los empresarios el manejo de los
trabajadores y la reducción del costo laboral.
Tenemos que tener en cuenta que justamente, lo que desde el neoliberalismo que
gobierna para los patrones, llaman costo laboral a lo que, para nosotros, los
trabajadores, la inmensa mayoría del pueblo argentino, los que movemos la gran
máquina, es nuestro ingreso, nuestro salario, que será en lo que se traduzca en
comida, vivienda, salud, educación, etc. Los medios nos imponen la idea de que
para ser competitivos debemos bajar el costo laboral, este discurso, traducido
desde la mirada de clase tiene otro significado, para mejorar las ganancias de
los patrones y que puedan competir con otros patrones, es necesario que los trabajadores
y sus familias coman menos, tengan deficiencias habitacionales, no accedan a
posibilidades educativas, no puedan recurrir a la medicina ante problemas de
salud. Tenemos que desterrar de nuestro vocabulario la expresión costo laboral,
el costo laboral es la vida del pueblo argentino.
Otro problema que nos tratan de imponer, para ser competitivos, es la traba en
las contrataciones, en los despidos, los pagos de aguinaldo, vacaciones,
licencias por enfermedad, etc. Esta simplificación que pretenden hacer de la
administración laboral en realidad tiende a quitar derechos, lo que desde la
mirada de los empresarios se difunde como quitar trabas, desde la mirada de
clase significa, indudablemente, que vienen por nuestros derechos, nos quieren
imponer desde el discurso dominante que todo sería mejor para la Argentina si
un empresario puede despedir sin más a un trabajador, que puede despedirlo si
se enferma y no hacerse cargo de su sueldo por licencia. Estas medidas serían
muy beneficiosas para la Argentina de los ricos, pero desde la mirada de clase,
no podemos dejar de ver que nos quieren pisotear nuestros derechos.
Hoy está en debate la reforma laboral, está presente la clara intención del
gobierno neoliberal de arrasar con nuestros ingresos y nuestros derechos, con
nuestros sindicatos y desde nuestro lado se ven dos posturas, aquellos
sindicalistas que pretenden negociar condiciones, que están dispuestos a
entregar algo de lo que nos ha costado sangre en la historia y por otro lado
otro sector que le dice no a todo intento de disminuir un solo derecho.
Estas dos posturas parecen ser contrapuestas y sin embargo no lo son, comparten
en ser ambas una respuesta, distinta, a la iniciativa del capital por reformar
las condiciones de los trabajadores, decirles si, más o menos o no a las
propuestas del capital.
La postura de clase debería ser otra, comenzando por construir una postura
propia y no una respuesta a la de los patrones, entiendo que tendríamos que
proponer desde los trabajadores una reforma laboral, no solo luchar por
conservar derechos sino conquistar nuevos derechos, apropiarnos de una mayor
parte o de toda la riqueza, porque somos los que la producimos, tendríamos que
poner a las máquinas a trabajar para nosotros y solo trabajar 4 horas diarias
(recuerden que los patrones no trabajan y nos mandan a trabajar a nosotros),
podríamos hacer una distribución equitativa de la riqueza y jubilarnos mucho
antes de lo que lo hacemos en la actualidad.
Mientras las acciones de los trabajadores solo se tomen respecto a responder
las iniciativas de las patronales, el resultado será perder o mantener
derechos, pero no lograr los que nos corresponde como productores de la
riqueza, seguiremos siendo clase dominada.
Víctor Hutt